Second part(?)
Tal
y como llegó, aquel joven de pelo oscuro y tez clara se dirigió de forma directa
hacia su objetivo, sentándose de forma descarada sobre este sin preguntar. De
todos modos, iba a hacerlo con o sin permiso por lo que, en el fondo, era una
forma rápida de ahorrar tiempo y absurdas palabras.
Por
unos segundos Ryutaro se distrajo de la conversación para mirar a aquel senpai
que se encontraba sobre la mesa de su compañero en aquel instante, algo
sorprendido de verlo allí. Al contrario que Chinen, quien por su parte
continuaba con su animada conversación con toda la parsimonia del mundo; dando
mínima importancia a la presencia del recién llegado.
-¿Y
mi premio? -interrumpió sin preámbulo alguno el mayor de la sala en un tono
entre irónico y ambicioso. Siempre mostrando su absoluta superioridad ante
aquella panda de ''niños''.
-¿Y
mi dinero? - contraatacó ferozmente el mediano, de forma directa y cortante.
Ahora sí había dejado la conversación que mantenía hasta apenas unos segundos
atrás de lado, sin más, dirigiendo, por fin, la mirada por el rabillo del ojo a
la persona que invadía parte de su espacio, para su disgusto, con su molesto
trasero plantado sobre su pupitre. Los labios del mayor se alargaron en una
fina sonrisa superficial, como si aquella actitud insolente le resultara
graciosa viniendo de un crío como aquel. Respiró el aire de su alrededor con
profundidad, dejándolo salir de forma sonora en una pequeña queja.
-Ah~
No te vas por las ramas ¿eh? - alzó entonces la parte baja de su cuerpo,
estirando la pierna izquierda para poder adentrar la mano en el bolsillo
correspondiente a tal lado, extrayendo de éste la cartera y, a su vez, unos
cuantos billetes de ésta, que luego tendió hacia el menor de ambos. - ¿Conoces
el delito de extorsión? -comentó con desgana, dejando que el chico se cobrara
su trabajo. - Eres demasiado caro.
Chinen
se limitó a ignorar todo tipo de comentarios provenientes de su deudor hasta
haber contado, al menos un par de veces, el dinero que tenía entre manos,
asegurándose de recibir la cantidad acordada. Tras estar seguro, guardó su
nueva adquisición en un lugar seguro y se levantó del asiento. - Espera aquí. -
secamente dejó salir esas palabras por su garganta antes de dirigirse a algún
lugar al cual sus clientes tenían prohibido seguirle para conseguir la
mercancía que tanto ansiaba aquel chico que esperaba en su mesa. Volvió
entonces con una gran carpeta que casi podría decirse que ocupaba más que su
cuerpo. Debía pesar más que un saco de piedras, pero parecía cargar con él como
quien lleva un ramo de flores cualquiera. La dejó caer sobre la mesa de Ryutaro,
sin prestarle atención al menor, para luego abrirla y buscar entre aquellos
miles y miles de manuscritos aquel que le era requerido.
A
pesar de que había decidido mantenerse al margen de todo aquello, sus ojos no
podían evitar la tentación de mirar disimuladamente hacia aquella montaña de
papeles perfectamente ordenados y clasificados que tenía delante. ¿Cómo había
conseguido hacerse con ellos? Era un misterio por el cual no se había atrevido
a preguntar, pero poco importaba. Exámenes resueltos, ejercicios prácticos,
resúmenes, trabajos... Toda una biblioteca de apuntes resueltos y por resolver
por los cuales hasta el alumno más pintado de aquel instituto estaba dispuesto
a venderse. Su reputación lo resguardaba después de todo. Chinen se había
convertido en poco más que el guardián de los trabajos y los apuntes. La nota
mínima con uno de sus trabajos era un 9,5, o al menos ese era el rumor. Pero
bien sabía Ryutaro que con las notas que conseguía su amigo en cada examen no
era de extrañar sus grandes resultados en aquel negocio. Vio entonces cómo de
una de las fundas plastificadas extraía un manuscrito de como poco 50 hojas.
Ladeó la cabeza ligeramente. Eso debió costarle, al menos, una semana entera de
noches en vela. Más teniendo en cuenta lo ocupados que habían estado este
último mes con sus propios estudios.
-¿Lo
conoces tú? Después de todo eres el mayor. -La tajante voz de su amigo lo sacó
del trance en que se había sumido por escasos segundos. Una vez más, ahí
marchaba una de sus obras maestras. Directa a parar a las manos de un individuo
que se limitaba a pagar para pasar de curso. A veces, por diversión, Chinen y
él habían llegado a mantener conversación imaginando qué sería de la vida de
todas aquellas personas que, en vez de esforzarse, dejaban todo en manos de
unos cuantos billetes.
El
mediano del lugar se abstuvo de responder a esto último, volviendo ahora a
darle la espalda a la persona que, según su parecer, ahora ya no tenía ninguna
importancia y en la cual no seguiría perdiendo tiempo.
Una
nueva sonrisa se dibujó en el rostro del forastero. - Volveré pronto, no me
eches demasiado de menos~ - Una vez más, Chinen viró la dirección de su mirada
para dirigirla a aquella persona, sonriendo de tal banal y superficial manera
que consiguió hacer a Ryutaro estremecerse. Algunos de los aspectos de Chinen
podían llegar a ser escalofriantes.
Una
pequeña risita resonó por lo bajo, seguida de unos cuantos pasos arrastrados
que fueron alejándose hasta la puerta de salida de la clase.
-Esta
vez fue un senpai de tercero... -Murmuró entonces Ryutaro. - o eres un genio, o
pasas demasiado tiempo entre libros. El
chico sólo se encogió de hombros. -Sólo me llevo un año con él de todos modos.
Debería estar en segundo año. -comentó sin mayor importancia.
-Sí,
pero repetiste el curso antes de haber llegado siquiera a la mitad. Entonces la
distancia entre vuestros conocimientos debería ser abismal -el menor apoyó la
cabeza sobre el puño cerrado de su mano, que a su vez se sostenía en el codo
sobre su mesa. -
Chinen
se levantó, dirigiéndose directamente a guardar su preciado trabajo, para luego
volver junto a su amigo y suspirar de forma larga. - No hace falta ser un genio
para estar al nivel de esos idiotas. Sólo hay que verlos. -concluyó, a lo que
Ryutaro no puedo evitar soltar una carcajada, que pocos segundos después fue
contagiada al mayor, que sonrió negando despacio con la cabeza, ya de mejor humor.
- Es sólo que no prestan la más mínima atención. No es tan difícil, pero desde
luego lo es mucho menos que te lo haga otro.
-Hum...
-asintió entonces su amigo, todavía con pequeños restos de aquella risa
momentánea que le había invadido. - Bueno, quizás tengas razón~ ¿Consideras
entonces que los únicos trabajos difíciles son los de medicina? ¿O es porque tu
hermano está estudiando eso? Podría enterarse de tu ''trabajo'' ¿no?
-Ninguna
de ambas. -se dejó caer hacia atrás hasta dar con la pared a su espalda, puesto
que se encontraba en la fila que se hallaba pegada a la misma, a la izquierda
de la clase. - Puedo ayudar a unos cuantos idiotas a pasar de curso o a salir
de un aprieto, pero no seré cómplice de asesinato. Un estudiante de medicina
incapaz de pasar de curso será un médico sin conocimiento ninguno, y desde
luego no estaré allí para arreglar los desastres por él. ¿Imaginas? Estar
delante de un cuerpo medio mutilado y no ser capaz de curarlo porque el kohai
de primero me hizo el trabajo de ese ''tema'' en la universidad. Sería
patético, además de una negligencia.
Ryutaro
tan sólo negó con la cabeza mientras mantenía una sonrisa divertida que por más
que hubiera querido no habría podido hacer desvanecer. - Qué duro~ Pero aún
sigo pensado que la razón principal es tu hermano. -esta vez sí, volvió a
soltar una risita que fue ignorada, junto a su última opinión por su amigo,
quien ahora sólo observaba por la ventana como el susodicho se preparaba para
su clase de gimnasia junto a sus compañeros. Atendiendo sólo y únicamente a lo
que hacía éste en aquel momento.
* * *
-
¿Has oído la última? -Espetó el mayor de forma repentina, jugando ligeramente
con algunos de los rizos de su cabello que caían casi sobre sus ojos, de manera
molesta.
-
¿Hm? No~ -negó suavemente el menor mientras caminaba, intercalando un pequeño
bostezo que no pudo retener a pesar de hacer caminar a su mano hasta su boca
para no ser grosero.
- "Son completamente opuestos, como un ángel y un demonio". Eso
dicen ahora de vosotros. -resolvió el moreno, dejando ahora su melena de lado
para mirar a aquel que caminaba a su lado. - Resulta interesante, ¿no? -rió bajo mientras bostezaba algo más abiertamente que su antecesor, contagiado por
éste.
-
Bueno. -respondió con simpleza. - Son tonterías, se mire como se mire. Además,
la gente siempre habla sin fundamentos. -alzó la mano para dirigirla hacia la
nuca doliente que tiraba con impaciencia, señal de una mala postura durante una
noche en la que poco había podido hacer por dormir, que hizo que un pequeño
gemido adolorido saliese por su garganta. - No le encuentro el interés si te
soy sincero. -Suspiró entonces, dirigiendo la mirada a su amigo, sabiendo que
éste lo estaría esperando con la propia. - No saben nada de nosotros, pero el
hecho de que vivamos juntos sin tener el mismo apellido es razón suficiente
para ser el tema principal de todas las fantasías de los curiosos.
El
mayor de ambos sonrió con suavidad, pasando un brazo por los hombros del otro
con cuidado. - Y si son tonterías de unos cuantos curiosos aburridos, ¿por qué
dejas que te afecten tanto? No deberían ser más que motas de polvo en vuestro
camino, ¿no, Don Nomeimportanadaninadie?
Como
si de una llave de algún arte marcial especial se tratase, movió su cuerpo con
rapidez y habilidad para soltarse de aquel agarre. Ni siquiera le molestaba,
tan sólo lo hacía por molestar un poco a su compañero, tal y como hacía éste en
cuanto tenía la oportunidad con él, sonriendo mientras le dedicaba una pequeña
sonrisa que apenas duró lo suficiente para ser apreciada por su receptor antes
de desaparecer. - Porque no quiero que lleguen hasta él. No son ciertos, ni
tienen sentido. ¿A qué viene eso de ángel y demonio? ¿Quién es quién Kei?
Piénsalo por un momento. Es mucho más complicado que eso. -una vez más un soplo
de aire sonorizado escapó de entre sus labios con aflicción, dejando entrever
una mirada alicaída que se posaba ahora en los pasos que sus pies por inercia
propia iban dando en una dirección concreta que su mente ya había automatizado.
-En realidad, ¿qué tiene él de demonio? -alzó la mirada para mirarlo, mostrando
con su simple mirada un claro sentimiento de sinceridad en sus palabras, que transmitían
aquello que verdaderamente estaba en su mente y en su corazón desde un
principio. - ¿Qué tiene de malo ser inocente? ¿O caprichoso? ¿O querer seguir
siendo el punto de atención? ¿Vivir en las condiciones en las que vivimos,
recordando tu realidad, tan triste o solitaria como sea es lo que se considera
ser maduro o adulto?... ¿Qué más les da a los demás que quiera seguir siendo
como ha sido siempre a pesar de lo que haya ocurrido en el pasado? - una ola de
calor recorrió su cuerpo, haciéndole estremecer de forma invisible para
cualquier otro, pero suficientemente notoria para sí como para hacerle sentir
el impulso de apretar sus puños ligeramente.- ¿Es eso suficiente para llamarle
demonio?... O peor aún, para considerarme a mí un ángel...
Atento
y discreto, Inoo escuchó cada palabra del menor, desde la primera a la última,
torciendo levemente los labios hacia su derecha, sintiendo ahora también él
impulso de dejar escapar un pequeño suspiro por su boca, pero no lo hizo. Tan
sólo subió la mano hacia sus cabellos, dejando que ésta acariciase su propia
nuca, como si de esta forma las palabras adecuadas fueran a venir a su llamada
para poder responder de forma correcta a su amigo. Lo entendía. Sabía reconocer
ese tipo de sentimientos, pero alguien ajeno, incluso tratándose de él sería
incapaz, y lo sabía, de hacer sentir mejor a su amigo.
-Pero
eres tú quién se ha hecho cargo después de todo Yuto. Gastos, estudios,
sentimientos... Eres tú quien se encarga de mantenerlo todo bajo control entre
vosotros en un piso más pequeño que la tiendecita de debajo de mi casa y
partiendo tu curso académico para poder trabajar en un turno nocturno.
Probablemente el hecho de que seas tú quien ha acoplado su vida de modo que podáis
mantener esa estabilidad sea suficiente para que la gente opine que eres una
especie de persona extremadamente bondadosa y bla bla bla... Ya me entiendes.
-
¿Y qué?... Fue su familia quién me acogió a mí antes de nada de esto. En
cualquier caso, sólo estaría devolviendo un viejo favor. ¿Por qué al mundo le
encanta meter la nariz en todos lados? Si alguno de estos comentarios llegara a
sus oídos... -bajó rostro, mirada y brazos en dirección al suelo, haciendo a
sus pies parar de inmediato sobre este, con el ceño fruncido todavía desde la
primera vez que en su rostro se había denotado el disgusto.- Si intentara cambiar o dejase de ser feliz
por alguno de esos absurdos rumores...
Esta
vez sí, inevitablemente el suspiró salió con reparo por su boca, dando un par
de pasos más seguidamente para alcanzar a la persona que durante su paseo había
estado precediéndolo para posar su mano sobre la espalda alta de este,
frotándola con suavidad.
-No
es algo que vayas a poder evitar de todos modos. Ya bastante peso llevas sobre
tu espalda con tus propios sentimientos como para tratar de cargar con los que
podría llegar a tener tu... ''Hermano'' en caso de que los rumores consiguieran
afectarle. Estás infravalorando su fortaleza, ¿lo sabes no? -inquirió con
suavidad, sin pretensión alguna de ser brusco, tan sólo tratando de mostrar la
perspectiva más amplia sobre el asunto.
Por
unos largos segundos Yuto sólo acalló, quedando sumido en el infinito océano de
sus pensamientos más profundos, en los cuales entraba de forma inevitable cada
vez que cierto tema era tratado durante demasiado tiempo. Poco después,
suspiró, subiendo la mirada hacia el amplio cielo, cada vez más oscurecido y
pretencioso que amenazaba con dejar llegar a la noche antes de darle tiempo de
llegar a casa. - Si tú... Lo hubieras visto -despacio, con calma, comenzó. - Si
tú hubieras sido quién abrió la puerta esa tarde, quién encontró tras ella a
aquel chico encapuchado, mojado... Roto... -respiró hondo, mirando de reojo al
mayor.- me vi a mí mismo en él en ese
mismo instante. Si hubieras sido tú quien lo encontró perdido en tu puerta
podrías sentir lo que yo siento; el impulso de cogerlo entre tus brazos, protegerlo...
Y nunca más dejarlo ir.
Inoo
lo miró, entre sorprendido y anonadado. Pareciera que aquellas palabras
hubieran sido sacadas de la historia más triste del universo, dignas de Los
Grandes como hubieran podido ser Cohelo, o Neruda en sus primeros tiempos, en
los que el verso no era todavía lo que de su pluma salía. Tan escalofriante y
acogedor que no pudo emitir palabra alguna que a la altura de estas últimas
estuviera. Pero tampoco hubo el tiempo puesto que el menor se encargó de
proseguir.
-No
dejaré que le hagan daño Kei. -su mirada se tornó firme instante tras instante,
volviéndola al cielo una vez más. - Para mí él es el ángel, y yo el demonio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario